Medallas
del trabajo
Desde
que era pequeño, escucho todos los años como se les entrega algunas medallas a
personas que se entienden que han desarrollado una vida laboral intensa y
ejemplar, pero sin que pretenda desmerecer a estas personas que por cierto
casualmente siempre son personas notablemente conocidas por la sociedad,
siempre he sentido la curiosidad de saber
por que motivo nunca se le ha entregado a personas anónimas que se han
quitado la vida trabajando para poder
mantener a su familia y nadie se ha acordado de ellos.
Como
ejemplo quiero recordar a una persona que con ocho años guardaba cerdos en una
finca de Moguer (Huelva) con diez se tenia que subir en un banco para llegar al
fuelle de la fragua de una herrería, con catorce se colocaba de mancebo en una
farmacia, y con 18 se enrolaba en los barcos de la Compañía Ibarra
como fogonero, recorriendo todos los continentes y no pudiendo estar junto a su
mujer cada vez que nacían algunos de los cuatros hijos mayores, para terminar
en el año 1936 trabajando cerca de treinta años en las calderas del Hospital de
la Cinco llagas
con un horario ininterrumpido desde las cuatro de la madrugada hasta las diez
de la noche, sin cobrar horas extras, manteniendo activas tres calderas que
consumían mas de dos mil kilos de leñas al día. Con tan mala fortuna que
después de esperar hasta cumplir los 68 para jubilarse con idea de que le
cogiera la subida salarial, ese mismo año (1965) lo atropellaba mortalmente un
coche que se dio a la fuga en la autopista de San Pablo.
Yo
me pregunto: ¿era merecedor esta persona de la mencionada medalla? Pero claro
este fogonero del Hospital no encajaba en el protocolo de nuestra sociedad
mediática y por lo tanto tenia que permanecer en el anonimato, como tantos
otros que han dado sus vidas por el pueblo, sin que el pueblo se lo haya
reconocido.
Domingo
González Pulido
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